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Cuántas veces
veniste a rescatarme
tacita de té
cuando en mi interior
todo hormigueaba
cuando de no ser por ti
tacita de té
me subiría por las paredes

Me enseñaste a sentarme
tranquila en mi jardín
en el sofá
escuchando el silencio
mientras cantaban los pajaritos

y así poco a poco
tacita de té
me enseñaste
y me recuerdas
que nada es tan dramático
que todo requiere su tiempo

–¿Conoces esta sensación? –te pregunto. –A veces cuesta sostener la vida, con emociones intensas, anhelos de amor y seguridad, temores de ser rechazado, criticado o abandonado. Cuesta bregar con una mente que se mueve a la velocidad de la luz.
–Sí, –me dices. –¿Y qué tiene que ver eso con la tacita de té?
–La tacita de té es símbolo de un pequeño detalle, un momento o instante en el que podemos volver a un estado más sereno que permite ver la situación en otra luz, con mayor claridad.
–De niño, –me cuentas, –me recitaban un refrán que decía que siempre aparece una luz cuando parece que no hay camino donde seguir. Tuve suerte, en este sentido, de que a pesar de las adversidades que he experimentado, algo siempre me ayudó a sostenerme.

Siendo niños, tenemos una enorme capacidad para sobrevivir

–Siendo niños, tenemos una enorme capacidad para sobrevivir cualquier cosa que, mirándolo desde la adultez, nos parte el corazón. 

–Parece que fuimos más fuertes cuando éramos niños. 

–Eso parece, pero hay un factor que se nos escapa. De niño desarrollamos estrategias para que lo doloroso fuera menos doloroso. Estos trucos de la mente infantil, no obstante, en edad de adulto causan problemas en las relaciones, en el trabajo, en el día a día, si no logramos hacer conscientes las heridas enterradas. Lo que nos ayudó a sobrevivir en la infancia, en la vida adulta a menudo no nos sirve.

–¿Por qué deja de servirnos?

–Nos exigen una cierta madurez, una comprensión empática y una capacidad de mirar las situaciones con realismo. De niña, pude evadirme en cuentos de hadas que me enseñaron y dieron fuerza. No obstante, llega el momento en el que la seguridad de la fantasía choca con la realidad. 

–¿Cómo?

–Te lo cuento: De repente, el lobo feroz del que Caperucita se escapa y salva a su abuela con la ayuda de los cazadores, resulta ser un depredador vestido de príncipe. Un hombre manipulador que metió a la niña ingenua carente de amor en una jaula invisible. Para poder salvarse, ella tiene que madurar y descubrir que en realidad es una reina capaz de defender su propio reino. 

–El hombre malo, la niña ingenua. ¿Y al revés también pasa?

–En el cuento del príncipe rana, él no supo que es un príncipe bello y digno de ser amado hasta que lo rechazaron con tanto ímpetu que el mismo dolor lo despertó. La vida nos sacude una y otra vez, invitándonos a despertar. 

–¿Dé qué hay que despertar?, –me replicas. –En la fantasía mágica se vive mejor que en el mundo cruel de la supuesta realidad. 

–Llevas parte de razón. La realidad de la que hablas, la cruda realidad, también es una mera fantasía en la que el mundo mágico del niño perdió su color y su magia. 

–Parece que eso es lo que se exige del adulto. Que pierda la alegría y la felicidad. –me dices, un tanto amargado.

 –La alegría y el amor son aspectos mágicos de la vida a la que nadie ha de renunciar. Somos amor y alegría y lo sentiremos con plenitud si estamos dispuestos a afrontar también los retos. 

–¿Qué retos?

–A veces, la vida invita a cambiar de rumbo. Cada cambio tiene su precio, su aspecto doloroso. El gran truco es aprender a encontrar un equilibrio entre lo bello, lleno de brillo y los aspectos menos brillantes de nuestra existencia. 

–¿Cómo se hace eso?

–No hay una sola manera. Más bien es que cada ser, tan único, especial y mágico, encontrará su forma de balancearse hacia una vida plena. 

–¿Una vida feliz?

–Una vida en la que todos los aspectos del sentir tienen su lugar. 

–¿También la tristeza y la soledad?

–Sí, también. 

–¿La tacita de té sería una manera de aliviar el momento de tristeza?

–Son momentos de serenidad que buscamos, por ejemplo con la tacita de té. Parar la mente veloz y buscar la serenidad, te ayudará a comprender lo que la tristeza y la soledad quiere enseñarte. Sentarme con mi tacita de té, a mí me ayudó muchas veces. Otras veces, si el tiempo me lo permitía, salí a pasear al bosque o junto al mar. 

–Ir a correr, hacer deporte. Es lo que me ayuda a salir de la cabeza que no me deja pensar tranquilo.

–Y respirar hondo. Siempre respirar. Respiremos juntos profundamente. Toma aire desde el vientre, suelta el diafragma y sube el aire hacia los pulmones, amplía la caja torácica… Muy bien.. Y suelta… largo, expirando largo. Repite de nuevo. Inspira…

–Sienta bien respirar. Pero muchas veces me hace llorar. 

–Sí, es normal. Todas las emociones que no quisiste sentir se quedaron cogidos en los músculos que has tensado. Wilhelm Reich lo llamaba la coraza muscular. 

–Lágrimas sanadoras. –me dices, dejando que salgan y caigan por tus mejillas. 

–Es una bendición que podamos llorar. Lo has entendido bien. Ahora que te has abierto al sentir, también tendrá espacio la alegría en tu interior.

…. Y con esto, este cuento se ha acabado. Estaré encantada de caminar contigo mientras encuentres tu propia tacita de té.

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Fotos de: Elena Kloppe y Daniel Kempe, Unsplash